domingo, 7 de marzo de 2010

AVISO A LOS NAVEGANTES: ESTARÉ AUSENTE VARIOS DÍAS, PROBABLEMENTE SIN POSIBILIDADES DE CONTINUAR ESTA PUBLICACIÓN DIARIA.


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Lo había captado mientras miraba el programa, pero quiso repetir el pasaje. Retrocedió el dvd buscando la presentación de un modisto griego en Roma. Las imágenes pasaban como el paisaje por la ventana en un tren de alta velocidad. Ahí. Play.
—...sde Roma, Agelus, un estilista griego que se abre paso firmemente en el competitivo mundo de la moda. En la última presentación de sus diseños Agelus marca con fuerza su original propuesta, plena de sutileza, tradición y sorpresa. La seda y el satin, mezclados con exuberantes encajes coloridos sabiamente dosificados, liberan un poder de sugerencia casi irresistible para cualquier mujer. Vamos a verlo.
—Nada tímida, y un poquito torpe —pensó El—, aunque es la primera vez.
Ella aceptaba, y en términos entusiastas. Volvió a mirar las imágenes y esta vez tomó nota:
­—...original propuesta, plena de sutileza, tradición y sorpresa (...) un poder de sugerencia casi irresistible para cualquier mujer. Vamos a verlo.
Tachó tradición y dudó en sutileza. Resolvió dejarla. Tachó para cualquier mujer. Leyó el resultado sonriendo.
—Bien; muy bien, querida ­—susurró mirando la imagen congelada en el televisor desde donde Ana sonreía, un gesto que revelaba todo el encanto de su rostro, de los hoyuelos apenas insinuados en las mejillas, la alegría contagiosa de sus ojos almendrados.
Era casi mediodía cuando Mary abrió un ojo y recién un rato después pudo abrir el otro. Había esperado en vano durante toda la noche anterior y parte de la madrugada que su correo electrónico registrara el ingreso de una carta. Se aburrió de esperar, se enojó, se dijo que lo que estaba haciendo no tenía el más mínimo sentido, se acusó de manipular a su amiga, fumó uno, dos porros, e invariablemente volvía a la pantalla vacía, desesperando. Hasta que el sueño la venció. La computadora había quedado encendida. Masticando con desgano una manzana repitió casi mecánicamente los gestos de la noche. Pero esta vez sí había una carta. El corazón se le hundió primero y después hizo lo mismo que cuando andaba en la moto con Lucas.


From: tragicskooky@stadland.nl
Te lo agradezco. Dudo que Agelus haya tenido alguna vez una presentación tan insinuante. Pero a él no le importará, y vos y yo sabemos que a casi nadie le interesa Agelus.
Me gusta imaginar que ahora hay un túnel entre los dos cuyos extremos son pantallas. La mía está en el lugar donde en primavera vienen a planear las gaviotas. Las he observado muchas veces, bamboleándose en el viento del sur con las alas desplegadas, tratando de permanecer inmóviles, suspendidas, hasta que un pequeño movimiento, tal vez una sola pluma desordenada, las desequilibra y el viento las barre como a hojas secas. Pero vuelven, siempre vuelven; como el viento. Vuelven porque les gusta, porque gozan.
Vivo en un lugar de esta ciudad abierta como el cielo encima de las nubes, un barrio silencioso, que se adapta al cuerpo como un colchón viejo, que te busca y reconoce como un ritmo ancestral y te devuelve un reflejo fiel porque no te aplasta. No te hace más alto, ni más bajo, más rico o más pobre, más solo o más popular. Es un barrio celeste y verde, plano como una moneda de día, de noche cálido como un árbol de Navidad.
Pero también es demasiado íntimo, demasiadas familias tolerantes afincaron por aquí. Una tolerancia mesocrática, segura, optimista, imperial. Aborrezco el optimismo, es la peor expresión de la ignorancia. Prefiero el pesimismo, la incertidumbre, el margen repleto de historias improbables, de vidas insensatas, de guerras infundadas. Respeto al francotirador más que al soldado de línea, y mucho más al inseguro que al establecido.
Pero este barrio contiene alguna gente, y eso ya es una hazaña. Esta noche la luna estuvo un rato largo distraída en un cielo azul tan oscuro que parecía negro. Ahora una bruma alta vino desde el mar. Casi todos cerraron las ventanas para descansar sin riesgos.


Hacía dos días que Ana estaba viajando, y estaría fuera aún cuatro más. Mary preparaba el programa siguiente con el piloto automático activado; la mayor parte de su energía se le iba en sofocar la ansiedad. Se maldijo por no haber previsto pedirle el código personal a su amiga para retirar el correo que le correspondiera. Ni por un momento pensó que esa idea era totalmente descabellada. Sólo sentía que era una injusticia, un desperdicio insoportable que esas cartas estuviesen durmiendo en la memoria del servidor, entreveradas con una cantidad de pavadas, de banalidades. Así que cuando pudo, como un premio consuelo, se dedicó a releer las que ya tenía. Una de sus preferidas era la del tren. Y una frase abrió un abismo a sus pies: ¿cómo “faive zausands of politicals prisioners”? ¿De qué está hablando este tipo?, se asombró Mary. Ella sabía sobre la dictadura, aunque nunca la había “visto” con sus propios ojos; aún estaba en la escuela primaria cuando volvió la democracia y en su casa jamás se había hecho mención de “eso”. Pero, ¡cinco mil prisioneros políticos! Se dio cuenta de que nunca había sabido -ni imaginado- que hubiesen sido tantos.
—Y si fueron tantos —se dijo— hay algo que no sé, que nadie me explicó, me contó.
Después pensó que él estaba inventando, que era una ficción. Tal vez se había inspirado en algún país bananero, de Centroamérica o algo así, y simplemente utilizaba historias ajenas para mezclarlas con las propias. Quizás su intención era hacer política ficción, decir que, como allá, eso es lo que pasará aquí. Sintió miedo, miedo en serio como nunca lo había sentido porque lo que él decía era que eso había sido o sería verdad. Necesitaba saberlo.

Esa misma noche Ana cenaba ostras en un barrio exclusivo de Santiago de Chile, en casa de viejos conocidos de sus padres. Gente del exilio, de México. Antes eran comunistas, pero ahora ella era sicóloga sistémica para una selectísima clientela y él uno de los cerebros de la economía nacional y empresario exitoso gracias a sus pequeñas pero oportunísimas inversiones en los países exsocialistas que le redituaban una verdadera fortuna. Comentaban sorprendida y jocosamente las dificultades que Ana y su equipo habían tenido para filmar en Valparaíso, considerado por los militares como puerto estratégico y base de parte de su Armada con instalaciones confidenciales. Era obvio -decían- que nada de eso era cierto pues todo el mundo sabe que hoy por hoy no hay secretos para los satélites, y distraídamente atribuían el celo castrense a la obnubilación propia de los militares. Ana pensaba que además -y sobre todo- era una práctica represiva a la cual ellos estaban acostumbrados, y pudo percibir el miedo instalado en la cabeza de muchos lugareños que reprimían al prójimo sin necesidad de la presencia militar: “Señorita, por favor, acá no se puede filmar. Es zona militar”; “Cuando pasemos junto a las naves militares, no las filmen. Está prohibido”, había dicho el barquero que por 150 pesos la había paseado por la bahía. Pero no dijo nada de eso. Simplemente se quedó en silencio hasta que la conversación tomó otros rumbos menos dolorosos.

La cabeza de Mary hervía con la parsimonia amenazante de la harina de maíz. Había preguntado, buscado y encontrado. Más de una decena de libros, pero ya en el primero había hallado casi todo. Era “Uruguay. Nunca más”. Lo empezó a leer con más voracidad que la habitual y del comedor a la cocina, de la cocina al dormitorio, de habitación en habitación a lo largo de todo un día fue iluminando frases con un marcador amarillo.
“Indudablemente el factor de mayor gravitación en impedir una adecuada información sobre este tema radicó en que los medios de prensa de mayor difusión no otorgaron con generosidad sus canales”.
“Si la conciencia individual es proclive a desleír paulatinamente el recuerdo de las heridas, no menos hace la conciencia social; más aún cuando existe la interesada acción de quienes buscan un olvido que contribuya a justificar los crímenes cometidos. Si prospera ese proyecto, silencioso pero activo, llegará un día en que las atrocidades de aquel tiempo serán tema de controversia y habrá que probar que realmente existieron”.
—Por eso es que no sé —pensó Mary, y avanzó furiosamente entre las letras y los párrafos.
Se enteró de que a fines de los sesenta “Uruguay vivió un rápido descaecimiento de las instituciones democráticas” cuyas “raíces” se hundían en una “crisis económica, social y, finalmente, política”. De que a partir de 1966 un tal Jorge Pacheco Areco, presidente por muerte del titular del cargo, “desconoció las limitaciones constitucionales a su competencia institucionalizando un régimen autocrático y autoritario contrario a las tradiciones nacionales”.
—Entonces la cosa venía de antes... —constató.
“El 28 de junio de 1968, al amparo de un fuerte marco represivo, el Poder Ejecutivo decreta la congelación de precios y salarios. Se suprimen por decreto los Consejos de Salarios que durante 30 años venían negociando, por sectores de producción, los convenios colectivos de los trabajadores”.
—¿Y la gente?... Ah: “una ola general de huelgas”; “un alza de precios del 130 por ciento frente a un 60 por ciento de los ingresos en 1967”.
“Las Medidas Prontas de Seguridad constituyen el marco legal de un permanente estado de ‘excepción’ que se continuará durante la presidencia de Bordaberry con el ‘estado de guerra interno’ y la suspensión de las garantías individuales. En todos los casos los institutos adoptados sobrepasaron el marco de aplicación y vigencia previsto por la Constitución”.
—¿Cómo? ¿Militarizaron a los bancarios? “... períodos semanales de instrucción militar durante los cuales no se les permitía habitar en sus hogares siendo trasladados diariamente de los cuarteles a sus lugares de trabajo”.
“En este contexto, la aparición en la escena política de las FFAA se tradujo en un despliegue de operativos armados que duraron hasta el pleno control de la sociedad por el gobierno militar en 1973”.
“El informe de la Comisión Especial Investigadora sobre las violaciones de los derechos humanos y comisión de actos de tortura a detenidos y regímenes de detención vejatorios de la dignidad humana, aprobado por la cámara de Senadores el 6 de octubre de 1970 por 14 votos en 16 expresaba: ‘Está probado que el sistema de aplicación de trato inhumano y torturas a los detenidos por la Policía de Montevideo es un hecho habitual y se ha convertido en un sistema frecuente, casi normal’”.
Mary empezaba a sentir que su ignorancia tenía culpables. ¿Cómo nadie le había dicho todo esto así, tan claramente? ¿Quién se lo ocultó y por qué? ¿Por qué ella misma no lo había averiguado?
“El rápido deterioro de los niveles de vida afectó sensiblemente a grandes sectores. Por ese motivo se ha sostenido que el surgimiento de la subversión armada no estuvo desligado de los efectos sociales de la crisis económica”.
“Vinculado a esta situación estaba el impacto que significó para los sectores medios el conculcamiento de las libertades públicas. Entendían que el Poder Ejecutivo regía al país en algo muy cercano a una dictadura disfrazada y de allí argumentaban la legitimidad de resistir violentamente sus medidas”.
“Con la declaración del Estado de Guerra Interno primero, y la aprobación de la Ley de Seguridad del Estado que extendía la justicia militar a civiles después, las Fuerzas Conjuntas contaron con los elementos idóneos para desmantelar la subversión en cuestión de pocos meses. A fin de 1972 el MLN estaba prácticamente destruido; sus intentos de reorganización fueron desbaratados”.
—Entonces, el golpe no lo dieron contra los tupas, o la subversión, como dicen —descubría Mary sin dejar de leer.
“Las FFAA, fortalecidas por su gestión, politizadas por su ingreso a la arena pública, comenzaron a actuar con creciente autonomía de los poderes del Estado y a hacer conocer sus planteamientos. El presidente Bordaberry perderá el apoyo de un importante sector de su partido a consecuencia de la presión militar que no cederá hasta hacerlo claudicar casi completamente en febrero de 1973, con el Pacto de Boisso Lanza. De allí en adelante se prepara el golpe definitivo”.
“La primera medida adoptada por el Poder Ejecutivo después del golpe de Estado fue la suspensión de toda actividad política y la sistemática eliminación de todos los partidos de izquierda y sus denominados ‘aparatos ideológicos’”.
“A partir de 1974, los diferentes sindicatos del país fueron desmantelados por etapas, según sus tendencias ideológicas y las empresas o actividades representadas. Sus líderes fueron procesados por la justicia militar acusados de ‘asistencia a la subversión’ por su mera actividad sindical”.
“Con la renuncia del presidente Bordaberry, el Consejo de Estado designó interinamente en el cargo vacante al doctor Alberto Demichelli quien ese mismo día firmó las Actas Institucionales 1 y 2 por las que se suspendían las elecciones previstas por la Constitución para noviembre de 1976, y se creaba el Consejo de la Nación. En setiembre de 1976, el Consejo de la Nación destituyó a Demichelli y de acuerdo a ‘sus facultades electorales soberanas’ designó al doctor Aparicio Méndez como Presidente de la República por un período de cinco años”.
“El Acta Institucional 4 decretó: ‘Prohíbese, por el término de 15 años el ejercicio de todas las actividades de carácter político que autoriza la Constitución de la República, con inclusión del voto”.
“El Acta Institucional 8, del 1 de julio de 1977, suprimió el Poder Judicial en tanto poder autónomo del Estado”.
“Entre los textos de propaganda de las FFAA, vale la pena citar, a vía ilustrativa, el que figuraba en la versión del texto oficial del Proyecto Constitucional publicado en todos los medios de prensa del país por la Dirección Nacional de Relaciones Públicas: ‘Basta recordar que nos querían robar a nuestros niños. Separarlos de sus padres. Inculcarles ideas extrañas a nuestra manera de ser. Querían torcer sus sentimientos y deformar sus mentes desde la más tierna infancia (...) Hoy es mañana y tenemos que salvar a nuestros niños. Para eso necesitamos una nueva Constitución’”.
Llega al plebiscito de 1981, de eso se acuerda, vagamente.
“Los votos por ‘SI’ –a favor de la nueva Constitución redactada por los militares- alcanzaron un 42,2 por ciento, y los votos por ‘NO’ un 57,8 por ciento de la población habilitada para votar”.
Mary salteó varias páginas, buscó en el índice hasta que halló lo que le interesaba: “Capítulo Detenciones”.
“La acción represiva de las FFAA se volcó sobre un grupo vasto y heterogéneo de la sociedad uruguaya; en él fueron englobados tanto los integrantes de organizaciones armadas, como ciudadanos pertenecientes a partidos e instituciones de actividad pacífica y, en ocasiones, no estrictamente política. La razón estriba en la genérica calificación de subversivos que los militares endosaron a todos los que directa o indirectamente desafiaron lo que ellas mismas denominaron su ‘proceso revolucionario’, inspirado en la Doctrina de la Seguridad Nacional”.
—Uff, tendré que averiguar qué es esa Doctrina —anotó mentalmente.
“El aniquilamiento de los grupos guerrilleros no fue más que la primera tarea, ya que luego continuó con la disolución del Parlamento, y así, con el avasallamiento del régimen de derecho y de todas las organizaciones intermedias”.
“El 20 de marzo de 1984, el coronel Silva Ledesma expresó al semanario ‘Búsqueda’ que la justicia militar había procesado a 4.933 personas”.
“Sin embargo, al grupo de enjuiciados se le debe añadir otro de considerables dimensiones que, sumados, conforman el total de la población encarcelada: son los detenidos que recobraron su libertad sin haber sido procesados.” “No obstante las dificultades para precisar el número de detenidos, se podría hacer una estimación prudente basada en atribuir 0,75 detención por cada procesamiento. De este modo se llegaría a un número de aproximadamente 3.700 detenidos más”.
—O sea, casi 9 mil personas… —calculó Mary.
“Si al grupo de procesados se le suma el de los detenidos y liberados sin procesamiento, la cifra se abulta más y da una proporción para el total de la población del país, que hizo del Uruguay la nación que tuvo el mayor número de presos políticos con relación a su población: aproximadamente 31 presos por cada 10 mil habitantes. Aunque no sea exacto, es muy cercano a la realidad”.
Leyó sobre las torturas, los desgarradores testimonios, los desaparecidos, el fascismo cotidiano, las mentiras, las mentiras, las mentiras. El hablaba en sus cartas sobre lo que había sucedido. Y en realidad, había sido mucho peor que los “faiv zausands”.
Fue en esos días cuando Mary decidió empezar a ponerle un rostro a las cartas. No quería nombre; quería historia, contexto, alma; quizás, el esbozo de una silueta. Quería la geografía del personaje que escribía. Empezó a utilizar la pizarra blanca que tenía en la cocina sobre la que anotó con un marcador azul:
*Sabe de letras y computadoras
*+ de 40/- de ¿50? ¿55?
*De izquierda
*¿Ex preso? ¿Exiliado? Europa/Estocolmo/París
*¿Dónde vive? ¿En Uruguay?
*Gaviotas/costa
*Está solo
*¿Por qué escribe?

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